Portada del libro autobiográfico de Fernando Meneses
El examen de la poesía lírica romántica del cancionero vallenato de Fernando Meneses Romero que aquí se presenta, se hizo a partir de la hermenéutica de las canciones grabadas de este compositor y cantautor en las décadas de los setenta y ochenta, período de florecimiento del vallenato lírico romántico impulsado por una pléyade de autores (letristas) y compositores, en conjunto con intérpretes y acordeonistas que crearon un nuevo paradigma estilístico en la música vallenata. Meneses, médico ginecólogo y músico de La Gloria (Cesar) es ampliamente reconocido como autor y compositor de canciones icónicas del repertorio lírico romántico vallenato que tuvo su máxima expresión en las décadas mencionadas. Su primer contacto con la música de acordeón lo tuvo en la ciudad de Ocaña (Norte de Santander) donde a mediados de los años sesenta, realizaba sus estudios de bachillerato. En esta población se dieron varios encuentros del joven Meneses con el acordeonista Ismael Rudas Mieles, quien por entonces lideraba la agrupación musical “Combo Nuevo”, la más importante de la región en aquellos tiempos, a quien Meneses le presentó varias de sus composiciones que gustaron al acordeonista, dándole éste la oportunidad para que las interpretara en algunas de las presentaciones de la agrupación. Sobre el origen de su vena artística, Meneses es enfático en plantear la influencia que tuvo en su formación musical de Julio Erazo Cuevas, un artista barranquillero de nacimiento, pero guamalero de corazón, amigo de su padre, quien frecuentaba su casa en los años cincuenta y comienzos de los sesenta, en parrandas memorables en los que el joven Meneses se extasiaba con los cantos de Erazo y soñaba con emularlo. Fue Erazo quien le orientó los primeros balbuceos letrísticos y compositivos en cuanto a sus componentes poéticos y musicales, hasta lograr, en el año 1972, con la mediación de Lisandro Meza, que la agrupación “Los Primos de la Hoz” grabaran su primera canción titulada “Pañuelito guamalero”, iniciando así una exitosa carrera artística que siguió con su segunda canción “María Teresa” grabada en el año 1973 por Lisandro Meza y su conjunto, luego, varias canciones grabadas por Nelson Henríquez hasta llegar el momento cumbre de encuentro con el Binomio de Oro; agrupación con la que Meneses estableció una relación casi simbiótica desde su creación, al punto de considerar que “El Binomio de Oro nació por y para Meneses y Meneses componía por y para el Binomio de Oro”. Lo que siguió fue una historia de sucesivos éxitos discográficos que ubicaron a Fernando Meneses en el pedestal de los más grandes autores y compositores líricos románticos del canto vallenato.
En general, las canciones de Fernando Meneses han sido interpretadas por numerosas agrupaciones entre las que se destacan, además de El Binomio de Oro (Rafael Orozco e Israel Romero) ya mencionado, Alberto “Beto” Zabaleta con varios acordeonistas, Jorge Oñate & Raúl “El chiche” Martínez; Otto Serge & Rafael Ricardo; Silvio Brito & Orangel “El Pangue” Maestre, Los Diablitos (Miguel Morales & Omar Geles), Los Chiches Vallenatos (Amín Martínez & Andrés Guerrero) y Los Conquistadores Vallenatos (José Gabriel “Gaby” Hinestroza & Miguel Avendaño). Quién no recuerda con nostalgia exultante o con añoranza las canciones de Meneses interpretadas por el Binomio de oro: “Momentos de amor”, “Relicario de besos”, “Reconozco que te amo”, “Mi mejor canción”, “Muere una flor”, “Arrepentimiento”, “Mundo de ilusiones” “Quise manchar tu alma” y “Se está muriendo el amor” para solo mencionar algunas; o “El lenguaje de tu piel”, “Amor en cenizas”, “Conversando con Dios” y “Ando huyendo de una pena” interpretadas por Otto Serge & Rafael Ricardo; o “Canasta de ensueños” y “Ser”, interpretadas por Jorge Oñate & “Chiche” Martínez; o “La Sanjacintera” “Mil amores” y “Tristeza”, interpretadas por Beto Zabaleta. El lector comprenderá que es imposible en un artículo corto mencionar todas las canciones de Fernando Meneses que hacen parte del alma vallenata que todos los amantes de la música lírica romántica en acordeón llevamos adentro.
Las canciones clásicas de Meneses son una expresión de alto lirismo estético ligada a la sublimación e idealización del amor (amor idílico), de erotismo poético (poesía corporal) y de expresividad carmínica (predominio del yo lírico). Cada canción es un fragmento de vida reveladora de su filosofía y de sus sentimientos. A través de sus canciones el poeta desnuda su alma. Sus letras son belleza y perfección que produce goce al espíritu. Como poeta romántico pone mucho cuidado en las formas de expresión de su lírica; acudiendo a elementos estéticos formales (métrica, rima, ritmo, cadencias) y a recursos retóricos (figuras literarias). Por tratarse de una poesía musical creada para ser cantada, su examen trasciende los elementos puramente literarios para incorporar otros relativos a la expresión musical y subjetividades del oyente. En efecto, siguiendo a Massiris (2020) mientras que, en la poesía literaria, la estética se asocia con imágenes y figuras de la versificación, la métrica y el lenguaje retórico presente en el poema que se lee en silencio o que se declama; en la poesía musical, la estética resulta de la escucha de la canción en la que se integran los elementos literarios de la letra con el fraseo melódico moldeado por el canto (poesía de la música) y los valores simbólico-emocionales añadidos por el oyente. En este sentido, la letra, la música, la interpretación y la escucha constituyen elementos que añaden valor estético y lírico a la canción.
La expresividad carmínica, por su parte, es bastante notable en el cancionero clásico de Fernando Meneses. En sus canciones el poeta expresa su interioridad, sus subjetividades, sus sentimientos y emociones (estado de ánimo) y sus reflexiones personales; es la metafísica del sentimiento surgido de vivencias, transformado en canciones con un alto valor estético, después de atravesar los confines de su espíritu vivaz. Sus canciones trasmiten sus subjetividades con formas elocuentes y, en algunos casos, narran historias ajenas bajo el prisma lírico, sensitivo y emocional que Meneses les impregna, como ocurre en las canciones “Muere una flor” y “Nuestra Separación”. En este contexto, los cantos de Fernando Meneses unen las características de la poesía y de la lírica a través del sentimiento estético, entendido como un estado emocional, asociado a experiencias sensibles y sentimientos interiores (Massiris, 2019).
La lírica poética romántica de Fernando Meneses, se manifiestan en tres cualidades centrales: la sublimación del amor (amor idílico), el erotismo poético (poesía corporal) y la dialéctica de amor-dolor, los cuales se conjugan en diferentes proporciones en cada canción.
La
sublimación del amor
expresa sentimientos idílicos mediante los cuales Meneses engrandece, glorifica,
exalta de forma apasionada, idealizada o soñadora sus sentimientos amorosos
hacia la mujer, especialmente ligados a motivaciones de cortejo o ensoñación
que comunica con una alta factura poética en la que la densidad del lenguaje
retórico demanda del oyente un gran esfuerzo para comprender el estado
emocional que comunica. Estos elementos están presentes en canciones tales como
“Canasta de ensueños”, “Después del amor”, “El lenguaje de tu piel”, “He
vuelto a nacer para el amor”, “La
novia del viento”, “Linda
Sanjacintera”, “Mi mejor canción”,
“Mi pedazo de cielo”, “mil amores”, “Mundo de ilusiones”, “mujer
mía”, “Quise manchar tu alma”, “Reconozco que te amo” “Ser”, “Un cuadro de amor” y “Unidos
de nuevo”, entre otras. En algunas canciones, la sublimación del amor
alcanza niveles metafísicos y religiosos, de encuentro espiritual con Dios muy
notable en canciones tales como “Amante
de infinitos” y “Conversando con Dios”.
El
erotismo poético o, en
palabras de Octavio Paz, “la poesía
corporal” es una expresión literaria de la sensualidad por medio de la
imaginación, la fantasía y/o la estimulación sensorial. Los poemas eróticos,
según Bañuelos (2016), “rinden pleitesía
a los sentidos y a la voluptuosidad a través de la contemplación del otro, cada
línea enaltece el acto amoroso o exalta los deleites sensuales transformando a
la conducta sexual en un rito solemne”. Esta definición encaja
perfectamente en el erotismo altamente visible en muchas de las canciones de
Fernando Meneses, en las que, siguiendo a Bañuelos:
“Los cuerpos ya no son sólo carne y vísceras: son mares que se agitan y mezclan, son lodo y arcilla donde se hunden las manos curiosas o manantiales cristalinos que se derraman; los vientres son selvas densas; las caderas, dunas; los brazos se convierten en ramas y los labios son ciruelas dulces que se muerden hasta el cansancio. De esa manera el erotismo se convierte en una experiencia transgresora, donde los amantes declaran sus pasiones y viven la exuberancia de las sensaciones de forma extraordinaria” (Bañuelos 2016).
Este erotismo como expresión de lascivia o propensión a los deleites carnales, dialécticamente unido a la sublimación del amor, es altamente visible en el cancionero de Meneses; a tal punto que puede mostrarse parafraseando versos de alto contenido erótico de sus canciones, como se hace en el párrafo siguiente. Muy seguramente los lectores que conocen el cancionero clásico de Fernando Meneses identificarán las distintas canciones de la cuales se obtienen las expresiones eróticas que se articulan en el siguiente texto ilustrativo:
Se trata de un erotismo que expresa momentos de amor y sensualidad eternizados en un relicario de besos que hinchan las venas, en cabellos que son lenguajes de viento musicalmente silbantes donde se enredan ilusiones; bocas donde revolotean serpientes golosas que dan el sabor a mujer, en las que hierven emociones idealizadas que alimentan tiernas pasiones; labios que poseen las mieles de la dicha, cuerpos que esconden diablillos en sus rincones y excitan los sentidos y pensamientos al deletrear y probar cada letra del lenguaje de la piel; ojos que son tempestades de luceros o un pedazo de mar; voces que son campanas de gloria; caricias y formas de amar en las que el roce de labios encienden el fuego de los cuerpos, a la manera de cirios o volcanes encendidos, que llevan la imaginación al límite del deleite sensual, el delirio, la fascinación amorosa y la lascivia, sin perder la ternura y la sublimación del amor como impronta lírica.
La dialéctica amor-dolor, por su parte, expresa la visión romántica, idealista y soñadora de la lírica menesiana (de Fernando Meneses) en la que aún el sufrimiento es motivo de goce. En efecto, en el amor romántico, la sublimación de las realidades y la idealización hacen que no exista el amor o la felicidad absoluta, ni el dolor o tristeza absoluta; sino momentos de amor o felicidad y de dolor o tristeza como parte de una unidad dialéctica, inseparable. Son muchos los cantos menesianos en los que esta dialéctica está presente, incluso en algunos es el discurso lírico predominante como ocurre en la canción “Tristeza”[1]. Se trata de una letra lírica de lamento, que constituye un modelo de elegía vallenata de despedida en la que Meneses expresa su queja por la separación de un ser amado. El mensaje lírico se centra en el adiós que da por finalizada la relación amorosa en un contexto de conflictividad emocional y de reflexión introspectiva. Es un ejemplo de cómo se puede expresar la lírica del dolor y el llanto por la pérdida de un ser querido, sin exageraciones quejumbrosas, manteniendo la estética y el primor en la comunicación del sentimiento de pena. El hablante lírico acompaña sus reflexiones sobre lo que significa para un hombre enamorado el dolor de la separación, con evocaciones románticas de momentos felices en los que ella “contaba mil estrellas en su pecho” y él “borracho de amor contaba mil lunares en su cuerpo”; recuerdos que acrecientan más el dolor de la despedida; sobre todo, cuando en el ser del yo poético abandonado, quedan las sensaciones de los besos y momentos felices vividos y la percepción de que el perfume o aroma de la piel de la mujer quedó untado en su piel y le acompaña por doquier.
En un contexto de sublimación del amor, la tristeza y el dolor es percibida por el musipoeta Meneses como también una forma de goce del amor como la afirma textualmente en su libro autobiográfico cuando dice: “Me gusta hurgar en la profundidad de la tristeza, para encontrarme en la felicidad de tus recuerdos. Y me gusta ser feliz, estando triste, porque es lo que más me acerca a tu dulzura”. Lo que se observa en este pasaje es un bello oxímoron que denota con claridad la dialéctica de amor-dolor de la que estamos hablando, la cual es una constante en la lírica romántica menesiana. A veces el poeta siente remordimiento cuando es el causante de dolor en una mujer enamorada, cuyo amor no es plenamente correspondido como ocurre en su canción “Arrepentimiento”. En esta misma línea lírica es posible ubicar la canción “Nuestra separación”, en la que el hablante lírico expresa cierto sentimiento de culpa por la decisión del tú lírico de separarse. Su sentimiento lo lleva a luchar por evitar la separación. Otras canciones como “Amor en cenizas”, “Felicidad y penas”, “Momentos de amor”, “Muere una flor”, “Nos quedó grande el amor”, “Un triste final[2]” “Relicario de besos”, “Se está muriendo un amor” y “Tu partida”, entre otras, son himnos a la dualidad o dialéctica de amor-dolor ligada a conflictos amorosos, añoranzas e introspecciones en cuyo discurso lírico el poeta reflexiona sobre lo que se siente cuando nace, cuando se aleja y cuando muere el amor.
3. Referencias bibliográficas
Bañuelos, Yaroslabi (2016), Erotismo y literatura: poemas para erizar la piel. Consultado en: https://www.culcobcs.com/educacion-y-sociedad/erotismo-y-literatura-poemas-para-erizar-la-piel/
Massiris, Ángel (2020), Poesía romántica en el canto vallenato. Rosendo Romero Ospino, el poeta del camino. Bogotá D.C., Massiris Producción Editorial.
Massiris, Ángel (2019), Elegías vallenatas. Poesía lírica de lamento en el canto vallenato, Bogotá, D.C. Manexca Editores.
*Artículo basado en el prólogo escrito por Ángel Massiris Cabeza al libro autobiográfico de Fernando Meneses: “Momentos de amor. Mi vida, mis canciones”, publicado en el año 2021.
[1] Grabada por Alberto (Beto) Zabaleta con el acordeón de Emilio Oviedo en el año 1978.
[2] Canción ganadora de Festival Nacional de Compositores Vallenatos de San Juan del Cesar, año 1997.
Agradecimiento al profesor Luis Rohenes Herazo por la revisión de este texto.
La obra de mi amigo Fernando además de antológica, es manejada sobre un verdadero riel de delicias, su melodía es indescriptible, con una profunda presencia del romanticismo de los años que precedieron su obra, ahí está plasmado el aporte de la ranchera del bolero, de la balada, en general del gusto exquisito del amante de la música excelsa..abrazos a Fernando y para Ángel, por tan significativo trabajo..
ResponderBorrarMil gracias Julio César por su mensaje. Fuerte abrazo.
BorrarLa descripción literaria de la obra de un compositor es algo que he leído en muchas ocasiones; pero en mi caso nunca nadie había logrado penetrar tan certeramente en mi alma de poeta , hurgando cada rincón de mi intimidad para desnudar mis evocaciones y sentimientos. Con todo respeto y admiración agradezco con humildad tan sublime escrito. Gracias Ángel.
ResponderBorrarGracias poeta por su mensaje. Fuerte abrazo.
BorrarNo es del todo fácil adentrarse al fondo de la literatura poética que el autor aplica en sus canciones, pero después de leer el análisis tan cuidadoso y exhaustivo que hace el Doctor Massiris a la prosa utilizada en la excelsa obra de tan eminente compositor, no sabría uno si recurrir a escuchar sus canciones acompañado de una buena copa de vino o leer repetidamente el texto de nuestro buen amigo Ángel, al calor de un buen whisky en las rocas, degustando esa acertada apreciación literaria que describe en su intimidad cada frase, cada verso y sobre todo, cada gama de motivación que va girando alrededor de la sensibilidad del evento, lo que para el autor es solo una ligera visita a la morada de su musa, para el analista es trabajo de una obra más de arte en la que se encarga de acertar y coincidir al escudriñar el pasado de la memoria del autor, lo cual ya fue admitido por el doctor Fernando Meneses, al verse reflejado en lo expresado por el doctor Ángel Massiris Cabeza.
ResponderBorrarUn excelente autor y un formidable escritor.
Mil gracias maestro Ismael Rudas por su mensaje. Fuerte abrazo.
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