Ensayo publicado originalmente el 28 de febrero 2016
Versión actual revisada: 11 de agosto de 2018
ANGEL MASSIRIS CABEZA
Citar como: Massiris, Ángel (2018), Diversidad y riqueza de estilos en la música vallenata del Caribe colombiano: aproximación geográfica cultural. Investigaciones Massiris sobre Música Caribe Nó. 1. Versión digital.
INTRODUCCIÓN
La música
vallenata hace parte de la cultura inmaterial del pueblo Caribe de Colombia.
Sus canciones reflejan el sentir y la filosofía de la vida de dicho pueblo y
han contribuido a la construcción de su identidad cultural y a su proyección en
el ámbito nacional e internacional. Esto se enmarca en la idea de que “las
canciones con sus letras y melodías constituyen por sí solas un valor cultural
y son, al mismo tiempo, el fondo sobre el que se proyectan pequeños fragmentos
de la cultura de un pueblo” (Rodríguez, Grande y González, 2002). Asimismo, “lo
musical es mucho más que una manifestación artística, es un fenómeno cultural
que no conoce fronteras y que actúa, por una parte, como reflejo de nuestras
actitudes y convicciones personales, y por otra, como espejo de la manera de
sentir y relacionarse de una sociedad en una época determinada’ (Santos Asensi,
1997:129; citado por Rodríguez, Grande y González, 2002:760)..
En este
contexto, la naturaleza de la música vallenata, como expresión de la cultura
Caribe de Colombia, debe entenderse en el marco de la narración de hechos y la
transmisión de emociones y sentimientos relativos a los actos de amar, vivir y
morir, propios de la identidad del hombre Caribe en un espacio y tiempo
determinado. En tal sentido, las canciones musicalizan textos o composiciones,
que tienen como parte de sus elementos narrativos y expresivos y de su base
inspiradora, el dolor y la alegría, esperanzas y desesperanzas, ilusiones y
desilusiones, engaños y desengaños, amores y desamores, añoranzas y nostalgias.
Son historias que como lo expresa Jairo Soto Hernández "nacen del alma de
los compositores y vibran en el sentir de los cantantes y ejecutores musicales,
contagiando los estados de ánimo de la audiencia" (Soto, 2018).
Son
muchos los autores que han investigado y aportado al conocimiento de la música
vallenata como expresión de la cultura Caribe colombiana. Se destacan Manuel
Zapata Olivella, Consuelo Araujonoguera, Guillermo Abadía Morales, Ciro Quiroz,
Abel Medina, Tomás Darío Gutiérrez, Rosendo Romero, Hernán Urbina Joiro,
Joaquín Viloria de la Hoz, Héctor González, Rito Llerenas Villalobos, Marina
Quintero Quintero y Marco Antonio De León Espitia, entre otros. Llerenas y
Quintero son, quizás, los que más lejos han llegado en la teorización del
contenido cultural de la música vallenata bajo un enfoque semiótico,
considerando también el contexto sociocultural que para Rito Llerenas lo
conforman el sistema de creencias, conocimientos y valores que generan los
grupos humanos (Llerenas, 1985: 20). Marina Quintero Quintero, por su parte,
otorga a la música vallenata una función simbólica de la realidad sociocultural
que simula comportamientos intencionados, y expresa actitudes valorativas
referidas a las relaciones intersubjetivas entendidas como significados
compartidos construidos por la gente en sus interacciones (Quintero, 2006:35).
El
presente ensayo, parte de la idea de que la canción vallenata tiene un texto y
un contexto:
El texto
lo constituyen tres elementos: a) el conjunto de enunciados o secuencia de
palabras delimitada por pausas muy marcadas, mediante el cual el compositor
transmite su emoción, sensación o sentimiento (actitud lírica), es decir, lo
que comúnmente se denomina la letra de la canción; b) el conjunto de movimientos
melódicos y rítmicos y de entonación de la voz, con los que se ejecutan o
interpretan musicalmente los enunciados; y c) un conjunto de axiomas o verdades
que se manifiestan en el texto (mensaje), los cuales expresan el conocimiento
tradicional, los principios y valores o filosofía de la vida bajo el cual el
compositor concibe el texto; como reflejo de la cultura regional. El texto de
la canción vallenata hay que entenderlo, entonces, en el marco de la
integración de los tres elementos anteriores de los que resulta distintas
formas de composición e interpretación.
El
contexto, por su parte, alude a las condiciones y modo de vida de compositores
e intérpretes y a las distintas influencias que inciden en su percepción del
mundo: económicas, sociales, políticas, culturales e institucionales, bajo las
cuales se construyen sus imaginarios, identidad y territorialidad. Es sabido
que la música como toda expresión cultural, artística, es reflejo del modo como
las sociedades producen los bienes que necesitan para su vida. El modo de
producción determina las formas espaciales y culturales de toda sociedad, en
consecuencia, los cambios en dicho modo de producción se expresan en cambios
culturales y musicales inevitables.
La
narrativa, expresividad y diversidad de la música vallenata se ha creado en el
marco de procesos de cambio socioeconómico en la Región Cultural Caribe de
Colombia. A partir de dichos cambios han cambiado también las vivencias,
conocimientos, percepciones y sensaciones de los cultores musicales y de los
productores de discos, dando como resultado diversos estilos composicionales e
interpretativos, surgidos en el espacio-tiempo de la región. Dicha diversidad
constituye una enorme riqueza que no solo le ha permitido a la música vallenata
mantener su vigencia hasta hoy sino que le permitirá enfrentar con éxito los
embates y el poder destructivo que tienen las fuerzas culturales globales sobre
las culturas locales y regionales en el marco del actual proceso de
globalización económica y cultural que domina en el mundo.
Postulados
centrales
De
acuerdo con lo anterior, los postulados centrales que se pretenden argumentar
en este ensayo se sintetizan en:
a) que el
surgimiento de los distintos estilos de la canción vallenata ha sido
determinado por cambios en el contexto socioeconómico y cultural nacional y
global;
b) que
los cambios de estilo de la canción vallenata evidencian una gran capacidad de
los actores y creadores de dicha música para identificar y adaptarse a las
nuevas sensibilidades que los cambios socioeconómicos y culturales provocan en
los usuarios de la canción vallenata y, con ello, han garantizado su vigencia y
c) que la diversidad espacio-temporal de estilos de la canción vallenata y el mensaje de sus canciones constituye una riqueza invaluable que hay que defender como expresión cultural del pueblo Caribe de Colombia.
1. ESTILOS EN LA CANCIÓN VALLENATA
1.1 Definición de conceptos
Por estilo se entiende aquí un conjunto de características particulares, diferenciables, tanto en forma como en contenido, de canciones vallenatas creadas a través del tiempo en la Región Cultural Caribe de Colombia. Tal definición demanda precisar los conceptos de vallenato, canción vallenata y Región Cultural Caribe de Colombia.
Respecto al Vallenato se adopta la definición de la Real Academia Española (RAE): "Musica y canto originarios de la Región Caribeña de Colombia, normalmente con el acompañamiento del acordeón". Nótese que esta definición no se refiere a alguna subregión cultural Caribe en particular sino a todo el Caribe, es decir, se entiende el vallenato como música de acordeón del Caribe colombiano que incluye a las distintas manifestaciones rítmicas subregionales y locales, cuya interpretación utiliza la caja, guacharaca y acordeón o guitarra como determinantes de la estructura melódica. De modo que las distintas expresiones locales de nuestra música de acordeón, llámese sabanera, bajera o vallenata (referida esta última a la Provincia de Padilla) se incluyen en el término vallenato. Es importante considerar esta definición para comprender adecuadamente el manejo que se da en este ensayo a los estilos de música vallenata y la inclusión en ellos de los ritmos interpretados por los conjuntos de música de acordeón de las distintas subregiones del Caribe Colombiano.
En este punto conviene aclarar que se es consciente de las diferencias regionales que existen en materia de reconocimiento de los aires musicales o ritmos tradicionales de la música de acordeón, existiendo, por un lado, en la región del antiguo Magdalena Grande la aceptación generalizada de solo cuatro aires: Paseo, Merengue, Puya y Son y por otro, el reconocimiento de una amplia diversidad de ritmos que se interpretan en la región de las Sabanas de Córdoba, Bolívar y Sucre, que incluyen, además los cuatro aires mencionados Cumbia, Porro, Paseaito, Guaracha, Pasebol, Chandé, Pasaje, Charanga y Jalaito, entre otros. Estas diferencias han sido agudizadas por el Festival Vallenato que se realiza anualmente en el Valledupar, certamen en el cual solo se admite la ejecución de los cuatros aires de esa región, excluyendo los ritmos más representativos de la música de acordeón sabanera: porro, cumbia, paseaito, guaracha y pasebol.
De León (2010), refiriéndose a lo planteado en el párrafo anterior, afirma que los cuatro ritmos vallenatos, como únicos depositarios de la tradición musical del acordeón, "fue establecida por decreto con fines academicistas, quizás un tanto regionalistas, para distinguir el vallenato como posesión y patrimonio cultural de la región del Valle del Cacique Upar, de otros ritmos interpretados con acordeón que coexistieron y en algunos casos antecedieron a los mencionados, en un afán de apoderarse de la titularidad que permitiera erigirlos y defenderlos como patrimonio cultural de una región dada, que además permitiera establecer diferencias y marcos de referencia conceptuales sobre un género musical independiente, maduro y original". De León complementa lo anterior afirmando que "el vallenato es mucho más que cuatro ritmos básicos amparados de manera dogmática por una ortodoxia incuestionable. Grandes exponentes de folclor vallenato como Alfredo Gutiérrez, Anibal Velázquez, Lisandro Meza y otros, han creado e introducido nuevos ritmos al vallenato, como el pasebol, la charanga, el cumbión, que los puristas por supuesto no han tardado en descalificar señalándolos de apócrifos e irregulares".
Por canción vallenata se entiende una obra artística popular integrada por una composición en verso, unos arreglos musicales y una entonación vocal, dirigida a una amplia población por medios de difusión masiva. Como ya se dijo antes, la canción vallenata, en su sentido tradicional, es ejecutada por agrupaciones o conjuntos musicales, apoyados por diversos instrumentos, siendo los principales el acordeón o la guitarra, la caja y la guacharaca y es interpretada por uno o varios cantantes.
Por Región Cultural Caribe de Colombia se entiende el espacio geográfico comprendido por la denominada “Región antropogeográfica de la Costa Atlántica” definida por el geógrafo Ernesto Ghul (ver mapa) más las zonas del Urabá antioqueño y chocoano y el Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina. De acuerdo con las zonas antropogeográficas de Ghul, harían parte de la Región Cultural Caribe de Colombia la totalidad de los actuales territorios de los departamentos de La Guajira, Magdalena, Atlántico y Sucre y los territorios de las zonas norte y centro de los departamentos de Cesar, Bolívar y Córdoba; a los que se agregarían los territorios mencionados de las zonas del Urabá antioqueño y chocoano y el archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina que no aparecen en el mapa de Ghul.
c) que la diversidad espacio-temporal de estilos de la canción vallenata y el mensaje de sus canciones constituye una riqueza invaluable que hay que defender como expresión cultural del pueblo Caribe de Colombia.
1. ESTILOS EN LA CANCIÓN VALLENATA
1.1 Definición de conceptos
Por estilo se entiende aquí un conjunto de características particulares, diferenciables, tanto en forma como en contenido, de canciones vallenatas creadas a través del tiempo en la Región Cultural Caribe de Colombia. Tal definición demanda precisar los conceptos de vallenato, canción vallenata y Región Cultural Caribe de Colombia.
Respecto al Vallenato se adopta la definición de la Real Academia Española (RAE): "Musica y canto originarios de la Región Caribeña de Colombia, normalmente con el acompañamiento del acordeón". Nótese que esta definición no se refiere a alguna subregión cultural Caribe en particular sino a todo el Caribe, es decir, se entiende el vallenato como música de acordeón del Caribe colombiano que incluye a las distintas manifestaciones rítmicas subregionales y locales, cuya interpretación utiliza la caja, guacharaca y acordeón o guitarra como determinantes de la estructura melódica. De modo que las distintas expresiones locales de nuestra música de acordeón, llámese sabanera, bajera o vallenata (referida esta última a la Provincia de Padilla) se incluyen en el término vallenato. Es importante considerar esta definición para comprender adecuadamente el manejo que se da en este ensayo a los estilos de música vallenata y la inclusión en ellos de los ritmos interpretados por los conjuntos de música de acordeón de las distintas subregiones del Caribe Colombiano.
En este punto conviene aclarar que se es consciente de las diferencias regionales que existen en materia de reconocimiento de los aires musicales o ritmos tradicionales de la música de acordeón, existiendo, por un lado, en la región del antiguo Magdalena Grande la aceptación generalizada de solo cuatro aires: Paseo, Merengue, Puya y Son y por otro, el reconocimiento de una amplia diversidad de ritmos que se interpretan en la región de las Sabanas de Córdoba, Bolívar y Sucre, que incluyen, además los cuatro aires mencionados Cumbia, Porro, Paseaito, Guaracha, Pasebol, Chandé, Pasaje, Charanga y Jalaito, entre otros. Estas diferencias han sido agudizadas por el Festival Vallenato que se realiza anualmente en el Valledupar, certamen en el cual solo se admite la ejecución de los cuatros aires de esa región, excluyendo los ritmos más representativos de la música de acordeón sabanera: porro, cumbia, paseaito, guaracha y pasebol.
De León (2010), refiriéndose a lo planteado en el párrafo anterior, afirma que los cuatro ritmos vallenatos, como únicos depositarios de la tradición musical del acordeón, "fue establecida por decreto con fines academicistas, quizás un tanto regionalistas, para distinguir el vallenato como posesión y patrimonio cultural de la región del Valle del Cacique Upar, de otros ritmos interpretados con acordeón que coexistieron y en algunos casos antecedieron a los mencionados, en un afán de apoderarse de la titularidad que permitiera erigirlos y defenderlos como patrimonio cultural de una región dada, que además permitiera establecer diferencias y marcos de referencia conceptuales sobre un género musical independiente, maduro y original". De León complementa lo anterior afirmando que "el vallenato es mucho más que cuatro ritmos básicos amparados de manera dogmática por una ortodoxia incuestionable. Grandes exponentes de folclor vallenato como Alfredo Gutiérrez, Anibal Velázquez, Lisandro Meza y otros, han creado e introducido nuevos ritmos al vallenato, como el pasebol, la charanga, el cumbión, que los puristas por supuesto no han tardado en descalificar señalándolos de apócrifos e irregulares".
Por canción vallenata se entiende una obra artística popular integrada por una composición en verso, unos arreglos musicales y una entonación vocal, dirigida a una amplia población por medios de difusión masiva. Como ya se dijo antes, la canción vallenata, en su sentido tradicional, es ejecutada por agrupaciones o conjuntos musicales, apoyados por diversos instrumentos, siendo los principales el acordeón o la guitarra, la caja y la guacharaca y es interpretada por uno o varios cantantes.
Por Región Cultural Caribe de Colombia se entiende el espacio geográfico comprendido por la denominada “Región antropogeográfica de la Costa Atlántica” definida por el geógrafo Ernesto Ghul (ver mapa) más las zonas del Urabá antioqueño y chocoano y el Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina. De acuerdo con las zonas antropogeográficas de Ghul, harían parte de la Región Cultural Caribe de Colombia la totalidad de los actuales territorios de los departamentos de La Guajira, Magdalena, Atlántico y Sucre y los territorios de las zonas norte y centro de los departamentos de Cesar, Bolívar y Córdoba; a los que se agregarían los territorios mencionados de las zonas del Urabá antioqueño y chocoano y el archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina que no aparecen en el mapa de Ghul.
En la parte continental de esta vasta región cultural se originó hace
más de un siglo el canto vallenato. A lo largo de su evolución, la canción
vallenata se ha interpretado con diferentes estilos, los cuales podemos
clasificar en cinco categorías, a saber: narrativa, romántica, elegíaca, nueva
ola y posmoderna. A continuación se examinan dichas categorías.
1.2 Vallenato narrativo
Por narrativo se entiende el estilo en el que el mensaje que se
transmite mediante la canción vallenata se centra en contar o referir sucesos o
hechos relacionados con el diario vivir. Ello incluye temas referidos las
relaciones sociales (familiares, de vecindad, amistades, religiosas,
compadrazgos, etc.), las relaciones económicas, políticas, institucionales y
las relaciones con la naturaleza.
El origen del estilo narrativo en
la canción vallenata se remonta a los orígenes mismos de esta cultura musical.
Sus primeras expresiones se dieron a través de coplas o estrofas cantadas con
el solo acompañamiento del acordeón, lo cual evolucionó a la canción
interpretada por los hoy conocidos como conjuntos vallenatos. En sus primeras
manifestaciones la narración fue de tipo noticioso y luego evolucionó al relato
de situaciones diversas utilizando un lenguaje cotidiano.
En su origen, el vallenato narrativo se explica por las condiciones de
desarrollo de la Región Cultural Caribe de Colombia dominantes en la primera
mitad del siglo XX, caracterizada por
una economía con predominio de la ganadería extensiva y la agricultura
de subsistencia con un atraso notable en los sistemas productivos, en la
infraestructura de comunicaciones y en los sistemas de transporte; cuya
población vivía principalmente en las áreas rurales, con muy escaso acceso a
una buena educación, que en el mejor de los casos alcanzaba el bachillerato,
bajo condiciones de pobreza y marginalidad social altas.
Tales condiciones propiciaron una cultura musical que se reflejaba en
los cantos vallenatos, creados en las largas jornadas de viaje entre unos
lugares y otros. En medio de las faenas agrícolas y ganaderas y la vida
cotidiana en el campo, se construyeron las ideas musicales del estilo
narrativo, memorizadas y cantadas con el
acompañamiento de silbidos, guitarra o acordeón en sus inicios y luego con
grupos musicales que utilizaban la caja, la guacharaca y el acordeón o la
guitarra.
Rosendo Romero presenta una lista de algunos de los exponentes del
estilo narrativo entre los años treinta y sesenta del siglo pasado,
textualmente menciona a:
“Tobías
Enrique Pumarejo, Guillermo Buitrago, Samuelito Martínez, Rosendo Romero
Villareal y su hijo Escolástico Romero, Chico Bolaños, Crescencio Salcedo, Abel
Antonio Villa, Luís Enrique Martínez, Bovea, Alejo Durán, Leandro Díaz, Calixto
Ochoa, Emiliano Zuleta Baquero, Escalona, Colacho Mendoza, Náfer Duran, Adolfo
Pacheco Anillo, Armando Zabaleta le suceden Julio de la Osa, Lisandro Meza,
Alfredo Gutiérrez, Pedro García, Ricardo Cárdenas, Emilio Oviedo, Los
Playoneros del Cesar” (Romero, 2014).
Un emblema de la composición narrativa lo constituye, sin duda,
Rafael Escalona, quien con su producción logró posicionar mejor la canción
vallenata narrativa en la región y en el país. Una canción emblemática de esta
compositor es "La custodia de Badillo" en la cual narra la situación
irregular ocurrida con el cambio de una custodia o pieza de oro en la cual se
exponía la hostia en la iglesia católica del corregimiento de Badillo,
perteneciente al municipio de Valledupar en el norte de Colombia. también puede
desatacarse la canción "Señor gerente" dirigida al gerente de la Caja
Agraria entidad que le prestó un dinero para un cultivo agrícola que fracasó
por culpa de las plagas dejándolo sin dinero para pagar el préstamo.
![]() |
Maestro Rafael Escalona |
El vallenato narrativo llega a su máximo auge entre la segunda
mitad de los años cincuenta y la década de los años sesenta de la mano de
intérpretes como Aníbal Velásquez, Los Corraleros de Majagual, Alfredo
Gutiérrez, Alejandro Durán, Luis Enrique Martínez, Andrés Landero y Francisco
Rada Batista (Pacho Rada), entre los más destacados. Son conocidas las
canciones del cantautor Calixto Ochoa con los Corraleros de Majagual quien
utilizando las figuras de campesinos como el "Compae Menejo"
"Remanga", "El amigo Chan" y "rebrundisio"
relataba el modo de vida campesina de los años sesenta y setenta en la Región
Cultural Caribe de Colombia. También son conocidas las canciones interpretadas
por Alfredo Gutiérrez a mediados de los setenta, en las que narraba diferentes
hechos de la vida cotidiana de la región. Se destacan: "El capuchón"
referido al carnaval de Barranquilla, "El
cura enamorado" referido al abuso de un cura de las niñas de un
asilo en Barranquilla, "El enyerbao" referido a bebidas o
"guarapos" utilizadas para atraer o "amarrar" parejas;
"El indio curandero", "El jeep", "El niño
borracho" y "El niño inteligente", entre otras; o canciones
críticas contra el abandono del estado de la Región Caribe o el centralismo
político-administrativo expresados en canciones como "La mafia" y
"La televisión"; o incluso canciones a políticos como la compuesta
por Rafael Escalona en el año 1973 al entonces candidato a la presidencia de la
República Alfonso López Michelsen, titulada "López es el pollo", lo
que le valió a este compositor su nombramiento como embajador de Colombia en
Panamá durante el mandato (1974-1978) del
elegido presidente López Michelesen.
El plan de desarrollo del presidente Michelsen se denominó
"Mandato claro" que dos años después y como resultado del desencanto
de los colombianos con el presidente,
por el elevado costo de la vida; dio origen a la canción "El
mandato caro" del compositor
Guillermo Payares en la cual, con la interpretación de Alfredo Gutiérrez y su
conjunto se quejaba de este alto costo y expresaba el precio alto de los alimentos
en el año 1975.
Adicionalmente, gracias a la versatilidad de los intérpretes
mencionados, la música vallenata de los años cincuenta y sesenta alcanzó la
mayor diversidad rítmica de toda su historia. En una revisión de 900 canciones
grabadas por Aníbal Velásquez, Alfredo Gutiérrez y Los Corraleros de Majagual
entre 1953 y 1970 se identificaron 77 ritmos que incluyen tanto propios de la
región como adaptaciones de ritmos extranjeros, siendo los más importantes en
su orden el Paseaito, el Paseo, la guaracha, la Cumbia, el Bolero, el Pasebol,
el Pasaje, el Merengue y el Porro (ver Tabla 1).
Fuente: Base de datos propia.
En una revisión más amplia entre 1953 y el año 2000, con un número de 2002 canciones de las tres agrupaciones en referencia se identificaron 123 ritmos distintos. Muy seguramente muchos de estos ritmos no soportan un análisis riguroso en su diferenciación respecto a otros, o simplemente hayan sido nombres puestos frente al desconocimiento de la naturaleza rítmica inventada; lo cierto es que en las décadas de los años cincuenta y sesenta el vallenato, gracias a estos personajes, fue, quizás, la música popular de mayor riqueza rítmica del mundo.
La versatilidad de Aníbal Velásquez era tal que adaptaba al
vallenato cualquier ritmo caribeño o de
cualquier lugar del mundo que llegara a sus oídos. Su estilo
"guapachoso" o jaracandoso, muy apetecido por el mundo vallenato en
aquella época, lo llevó a dominar de modo absoluto la preferencia de la
población por su música en la década de los años cincuenta.
Según Fausto Pérez Villarreal, fue una época de absoluta libertad,
en la que no existían dogmas. Se trataba de un estilo de narración picante,
burlona, agresiva y fuertemente machista del que fueron también exponentes
Morgan Blanco, Alberto Pacheco y José María Peñaranda (Villarreal, 2012); a
éstos se le puede agregar Ángel Vásquez,
Rafael Cabeza, Alfredo Gutiérrez, Calixto Ochoa y Lisandro Meza, quienes
también quisieron emular el estilo de Aníbal.
La obra de Alejandro Durán, Luis Enrique Martínez, Andrés Landero
y Francisco Rada Batista (Pacho Rada) también son símbolos del estilo narrativo
de los años sesenta. Landero llevó la cumbia a lo más alto que ha podido llegar
como expresión rítmica de la música vallenata.
En los años setenta, otros talentos del vallenato narrativo
mantienen este estilo tradicional con algunas novedades, se pueden mencionar a
Adolfo Pacheco, Juancho Polo Valencia, Enrique Díaz, Rúgero Suárez, Miguel
Durán, Francisco Rada Ortiz (Pachito Rada) y Máximo Jiménez, entre otros. Este
último se destacó por introducir la temática social en dicho estilo produciendo
un vallenato con mensaje crítico y de protesta frente a la problemática
obrero-campesina que en aquella época agitaba a todo el país. Este cantautor
logra producir unos cinco discos de larga duración en los años setenta antes de
salir al destierro como resultado de atentados contra su vida y la de su
familia.
A partir de los años ochenta, como resultado del surgimiento de
nuevos estilos, el vallenato narrativo desaceleró su evolución dejando de ser
el estilo dominante, no obstante, sigue existiendo aún hoy, coexistiendo con
los demás estilos que han surgido en los últimos 45 años. En efecto,
compositores narrativos de la actualidad, como Fabio Durango Vertel, siguen
contando hechos de la vida cotidiana como en los orígenes del vallenato, pero
con un mejor lenguaje, respecto al rudimentario de la primera mitad del siglo
XX y con un mensaje más elaborado. En sus temáticas este compositor le canta al
“Campesino trabajador” relatando sus faenas de trabajo y vicisitudes; a
Carolina, su pueblito natal; a Montería, su ciudad; a Córdoba, su departamento;
a la vejez, relatando lo que ocurre físicamente cuando nos envejecemos; al
drama que viven los hijos por la separación de sus padres; al "fantasma
gritón" que sale en el pueblo; a las actitudes envidiosas; a los flojos
que no les gusta trabajar ni hacen oficio en sus casas; a la molienda de la
caña; a la situación de violencia que viven los campesinos de su región, etc.
Temas que se entremezclan con las infaltables canciones amorosas y de lamento
transversales a todos los estilos vallenatos. Las composiciones de este novel
compositor, han sido creadas en los últimos diez años e interpretadas por agrupaciones
de alcance regional como Edwin Cantero, Yuri Rhenals, Mario Oviedo, Ermes
Argumedo, Juan Cantero y Sergio Nagles, entre otros.
La aparición de los primeros elementos del vallenato romántico se
produce en las décadas de los cuarenta y cincuenta cuando se presentan los
primeros destellos poéticos en las composiciones narrativas. Los vallenátologos
coinciden en considerar a Tobías Enrique Pumarejo (1906-1995) o “el viejo Toba”
o “Don Toba”, como cariñosamente le decían, como el primero en introducir
elementos poéticos a la canción vallenata, así lo consideran De Molina (2002),
González (2007) y Romero (2014). Consuelo De Molina afirma:
En general, el vallenato narrativo contemporáneo es creado por
compositores que, predominantemente, ya no se movilizan en burro o a pie por
inhóspitos campos sino en bicicleta o en motocicleta, con un celular en el
bolsillo con su respectivo “paquete de datos” que le permite estar conectados
con el mundo; ya no son campesinos iletrados sino bachilleres, técnicos, tecnólogos
o profesionales que viven en la ciudad o el campo; un campo con mayor
infraestructura de comunicaciones, distancias más cortas, etc. Se trata de
composiciones en las que a pesar de narrar las mismas situaciones de antaño,
éstas se observan y se viven de forma diferente, con percepciones, sensaciones
e imaginarios distintos. El vallenato narrativo sigue existiendo, reinventado,
sin que haya sido afectado sustancialmente por el poder hegemónico y
homogenizante de las fuerzas de la globalización económica y cultural y sin que
exista contradicción, ni conflicto con los otros estilos surgidos en el
desarrollo de la música vallenata. A continuación se examinan estos otros
estilos.
1.3 Vallenato romántico
El vallenato romántico es un estilo en el que se incorporan nuevos
elementos tanto composicionales como musicales y de entonación vocal en la
canción vallenata. Constituye un salto cualitativo frente al estilo narrativo.
Las composiciones involucran elementos poéticos y líricos, poco presentes en el
estilo narrativo. Para una mejor comprensión de las características del estilo
romántico de la canción vallenata conviene precisar algunos conceptos.
Aunque tradicionalmente tiende a considerarse la lírica y la
poesía como consustanciales entre si, razón por la cual la lírica ya llevaría
implícita la poesía o la poesía ya llevaría implícita la lírica; esto, en
rigor, no es cierto, pues en la perspectiva histórica cultural de la
literatura, la lírica es un subgénero de la poesía, existiendo poesía que no es
lírica, tal como la poesía dramática y la épica o narrativa; y lírica que no es
poética tal como la prosa lírica. La poesía es ante todo estética, belleza en
el uso del lenguaje y la lírica es subjetividad, expresión de sentimientos,
emociones o estados anímicos, de modo personal. El estilo romántico del
vallenato incorpora estos dos elementos aplicados a estados de ánimo
resultantes tanto de idilios amorosos que producen ilusiones, alegrías y
felicidad (lírica amorosa) como de dolores producidos por desengaños,
desilusiones y separaciones de parejas; o por ausencia de la tierra o de un ser querido o por el paso del tiempo
que nos aleja de nuestra niñez o juventud la cual añoramos (lírica del dolor,
de la tristeza o de la nostalgia). Esta última expresión del vallenato
romántico da origen al vallenato elegíaco que se examina en el siguiente
acápite.
“Las características romántico-melancólicas, propias de este género, encontraron su mejor expresión a través de la enorme capacidad creadora de Pumarejo, quien se ha distinguido entre los compositores por una exquisita cualidad sentimental con la cual logra imprimirle poesía, sentimiento, romance y belleza a las cosas más comunes e intrascendentes. No es necesario que exista la relación afectiva hombre-mujer para que sus canciones alcancen un hondo romanticismo" (De Molina, 2002:86-87).
“Don
Toba fue el primer compositor del género vallenato que incorporó elementos
literarios de mayor elaboración, debido a su conocimiento de la poesía en
lengua castellana y a su formación general, que, como ya dijimos, estaba por
encima de la de los acordeoneros y troveros de la región en ese tiempo”
(González, 2007: 102)
Finalmente Rosendo Romero dice:
“Tobías
Enrique Pumarejo divide en dos la historia de la canción vallenata antes y
después de Don Tova (sic), él es el iniciador, no tocaba acordeón; pero sus canciones
la tocaban todos los acordeoneros y tríos vallenatos. Ahí empieza el lirismo vallenato,
simple, pero ya había asomo de poesía, lo profundiza Leandro Díaz y Escalona,
Gustavo Gutiérrez, lo amplía” (Romero, 2014).
Como ejemplo de estos elementos poéticos en las composiciones de
Tobías Enrique Pumarejo se menciona las canciones “Cállate, corazón cállate”,
“El alazanito” y “Las Sabanas de Patillal”, entre otras. Este estilo poético
embrionario fue adoptado también por el compositor narrativo y alumno de “Don Toba”, Rafael Escalona en algunas
canciones donde se observan destellos poéticos como en “La casa en el aire” y
“Dina Luz”.
Los elementos poéticos anteriores fueron complementados en la
década de los sesenta por la poesía que introdujeron compositores como Leandro
Díaz primero, seguido por Freddy Molina, Gustavo Gutiérrez, Alfredo Gutiérrez,
Isaac Carrillo, Rubén Darío Salcedo, Daniel Celedón, Armando Zabaleta, Emiro
Zuleta y Enrique Aguilar. La poesía de estos compositores reclamaba una
interpretación musical distinta a la predominante hasta los años sesenta que
estaba acoplada con el estilo narrativo rural. Debía ser ahora una melodía que
proyectara amor, nostalgia o dolor, con movimientos melódicos suaves y
arrulladores que hicieran suspirar al enamorado o llorar al despechado. El
primero en percatarse de estos nuevos requerimientos musicales fue Alfredo
Gutiérrez a finales de los sesenta. Gutiérrez abandona paulatinamente el
formato musical de los Corraleros de Majagual y de Los Caporales del Magdalena
para responder al nuevo estilo de los entonces jóvenes compositores que
proyectaban en sus canciones el nuevo estilo romántico.
Con Alfredo Gutiérrez como intérprete y compositor y la pléyade de compositores
mencionados en el párrafo anterior comienza en firme el nuevo paradigma
romántico de la canción vallenata. Todavía hoy, quienes tienen más de cincuenta
años de edad suspiran escuchando las canciones de los romances vallenatos de
1969 tales como; “La cañaguatera” de Isaac Carrillo; “Ojos verdes” de Rubén
Darío Salcedo; “Mis vacaciones” de Emiliano Zuleta Díaz; “El Caserío” y la
Choza de Alfredo Gutiérrez; o las canciones románticas de Rubén Darío Salcedo
grabadas por Alfredo Gutiérrez y su conjunto
en el año 1969: “Ay Elena”, “Capullito de rosa”, “Paraíso”;
“Princesita”; “Tus amores”, “Corazón de acero” y “Golondrina”. Imposible no
mencionar las canciones “Ojos indios”, “Ojos gachos” y “Cabellos cortos” de
Alfredo Gutiérrez o el himno al amor “Los novios” de Freddy Molina (Clic en
imagen para escuchar) y el lamento lírico de Gustavo Gutiérrez a Pedro Castro.
El advenimiento del vallenato romántico propició otro cambio
histórico en el desarrollo de la música vallenata: el salto de música
folclórica a música popular tradicional como lo sustenta Medina (2011).
En la década de los setenta la popularidad del vallenato romántico
creció enormemente al aumentarse el
número de compositores en esta línea y el número de intérpretes musicales que
con su estilo propiciaron tal desarrollo. Entre los compositores románticos de
esta década se destacan Fernando Meneses, Mateo Torres, Rosendo Romero, Roberto
Calderón, Tomás Darío Gutiérrez, Rafael Manjarres, Álvaro Cabas, Camilo Namén,
Edilberto Daza, Hernando Marín, Julio Oñate Martínez, Máximo Movil, Octavio
Daza, Santander Durán Escalona, Sergio Moya Molina, entre otros. Entre las
agrupaciones musicales se destacan Los Hermanos López, Los Hermanos Zuleta, Silvio Brito, Diomedes Díaz,
Beto Zabaleta, Binomio de Oro y Otto
Serge & Rafael Ricardo, entre otros.
“En
los años sesenta se produce la ruptura de Gustavo Gutiérrez a la que se suma
Freddy Molina y la generación posterior
de Rosendo Romero, Rafael Manjarres, Roberto Calderón, Mateo Torres y Fernando
Meneses entre otros. Se trata del vallenato lírico, el de inspirados
versos poéticos, el de conciencia escrita que superó el de la
oralidad primaria de sus antecesores. Se trataba de canciones desgarradas, con
cortes y pegues (ejercicio composicional),
con influencia musical de la balada y composicional de la poesía culta,
canciones lírico-descriptivas que desnudan el alma, la interioridad y la
subjetividad, que hablan de realidades
abstractas y no solo de las concretas, que
instauran con sus cantos un
romancero con todo un código de galanteo y donjuanismo (vallenato para
enamorar, dedicar, serenatear y no solo para parrandear)” (Medina, 2014).
Si el conjunto de Alfredo Gutiérrez fue la agrupación musical más
destacada del estilo romántico de finales de los sesenta y mediados de los
setenta, el Binomio de Oro lo fue desde finales de los setenta y la década de
los ochenta. Rafael Orozco potenció la expresión romántica de la música
vallenata con una muy versátil voz capaz de transmitir la fuerza lírica y
poética tanto de dolor y tristeza como de alegría y felicidad o de la indignación o rabia que los
compositores expresaban en sus composiciones, obviamente con el aporte musical
del acordeón de Israel Romero que daba con maestría el acompañamiento melódico
necesario para que al final resultara una canción bella y expresiva, como por
ejemplo, Relicario de Besos.
En la Tabla siguiente se muestran 70 himnos al amor emblemáticos de la música
vallenata del Caribe colombiano producidos entre los años 1965 y 2000. Se
destacan los compositores Tomás Darío Gutiérrez, Rosendo Romero, Fernando
Meneses, Octavio Daza, Roberto Calderón, Freddy Molina, Gustavo Gutiérrez y
Diomedes Díaz, entre otros.
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Con el estilo romántico, el vallenato adquirió una nueva dimensión
que le permitió no solo garantizar su continuidad como expresión cultural, sino
que amplió su área geográfica de influencia incorporando poblaciones urbanas
allende su espacio geográfico original.
Asimismo, este nuevo estilo permitió un ascenso social del
vallenato al ganar aceptación en las capas medias y altas de la sociedad
colombiana, de los países vecinos y de grupos sociales regiomontanos de
Monterrey (México).
Su expansión fue apoyada también por la industria discográfica que
impulsó dicha música al volverse rentable, en tanto que su aceptación social se
explica por tratarse de un vallenato con mensaje el cual permitía a los oyentes
y seguidores encontrar en las canciones el lenguaje que buscaban para
manifestar asimismo o a otras personas, las
emociones y sentimientos que no podían
transmitir con sus palabras. Esto lo confirma una encuesta realizada por
el compositor e investigador Julio Oñate Martínez a mujeres seguidoras del vallenato, en el
marco de la elaboración de su libro “El ABC del vallenato”, a partir de cuyas
resultados afirma:
“Ellas
manifestaron que lo que les llama principalmente la atención es poder escuchar a alguien que comunica sus sentimientos
y sus emociones, que hace público e estado anímico por el que atraviesa y con
el cual frecuentemente se identifica una gran mayoría de seres humanos que no
poseen el privilegio de expresarlo a través de una canción” (Oñate, 2003:153).
Esta visión coincide con la percepción que tiene el autor de este
ensayo, quien a lo largo de más de cuarenta años de observación activa y
exposición a la música vallenata, tiene una conclusión igual aunque también
incluyendo al género masculino.
Con el estilo romántico, el mensaje se convirtió en un asunto
fundamental de la música vallenata. Más que la autenticidad de ritmos, lo que
hay que discutir y defender hoy es la conservación del mensaje de la música
vallenata, el que le da contenido y valor estético y lírico de cara al futuro
que es lo que debe preocuparnos y no pensando en lo que fue y que nunca podrá
volver a ser. Y no podrá volver a ser porque la Región Cultural Caribe de
Colombia dejó de ser la sociedad pastoril, bucólica y aislada de la primera
mitad del siglo XX y porque los
desarrollos tecnológicos han puesto a disposición de la cultura musical de la
Región, nuevos instrumentos para potenciar la creatividad de sus cultores. Por
ello no se puede pretender seguir considerando solo como vallenato las
canciones del estilo narrativo, las cuales, sin duda, tienen un alto valor
cultural como fuente original de la música vallenata que debemos defender;
pero, sin detrimento, menoscabo o desprecio de otros estilos que también son
vallenatos y que también tiene un gran valor cultural como reflejo de los
nuevos tiempos y de los diversos espacios subregionales.
"El
vallenato urbano es algo que no es posible impedir. No se puede impedir que una
cosa evolucione, como no se puede impedir, por ejemplo, que el lenguaje
evolucione, porque entonces estaríamos escribiendo como en la Edad Media. La
vida no la para nadie. Si hay acordeoneros y compositores que viven en la
ciudad, entonces sus vivencias y experiencias son urbanas y a ellas tiene que
referirse. El vallenato siempre está remitido a su realidad. Ella es su
servidumbre. Ese es su destino" (Contreras y Sierra, 2014).
La lucha por defender el mensaje de la música vallenata en todos
los órdenes es crucial. No solo el mensaje lírico amoroso y doloroso sino
también el mensaje social, ambiental, político, económico y cultural; es decir
todos los mensajes referidos a las realidades de la vida, bien sea bajo un
estilo narrativo, romántico, elegíaco o posmoderno. Esa es la verdadera esencia
del vallenato, la de ser un medio de expresión emocional frente a los actos de
amar, vivir y morir; a través del cual se establecen los vínculos afectivos con
las personas y, con ello, su aceptación social. En la misma entrevista a García
Márquez mencionada arriba, el periodista le pidió su opinión sobre una
afirmación de Consuelo Araujo en el sentido de que al vallenato no se le debe
mezclar política ni temática urbana, al respecto esta fue su respuesta:
“Yo
creo que tanto la temática urbana, como la política, son realidades. Lo que
está malo es abarcar solo un aspecto de la realidad, y pensar que ella es sólo
la política o sólo la realidad, es imposible impedirles que se incorpore a la
realidad artística. A mí me parece que los purismos están mandados a recoger,
porque el arte se nutre de seres humanos” (contreras y Sierra, 2014).
Julio Oñate Martínez llega incluso a plantear que el mensaje de la
música vallenata “está llenado el vacío que han dejado otras formas de
expresión, como la poesía, que en épocas anteriores era utilizada como puente
entre los seres humanos para expresar sentimientos y para compartir momentos
inolvidables” (Oñate, 2003:154).
Finalmente cabe advertir que el advenimiento del estilo romántico
de la música vallenata tiene que ver con el tránsito de una economía de
ganadería extensiva y agricultura de subsistencia, poco tecnificada, con una
población con baja movilidad social y geográfica como la que dio origen al
vallenato narrativo; hacia una economía agropecuaria más tecnificada y con
mayor movilidad geográfica de la población como ocurría en algunas zonas de la
Región Cultural Caribe de Colombia de los años setenta. Dichos cambios
propiciaron unas mejores condiciones económicas en la región y con ello la
posibilidad de que compositores e intérpretes pudieran estudiar en ciudades
capitales de otras regiones o en Bogotá, lo que dio la oportunidad de relacionarse
con los desarrollos poéticos de la literatura universal moderna. Asimismo, al
elevar el nivel intelectual, se propició la mejora del lenguaje para expresar
las emociones y sentimientos.
1.4 Vallenato elegíaco
El estilo elegíaco hace énfasis en un mensaje de lamento, dolor,
tristeza, decepción o resentimiento de modo lírico y poético. Es sabido que la
elegía es una poesía lírica de lamento. Es lírica del dolor, la tristeza o la
nostalgia expresada poéticamente. Por ello, tanto en la literatura como en la
música popular, en la esencia de la elegía existen tres elementos
fundamentales: lamento, lírica y poesía. El lamento es la queja por la pérdida
de un ser querido o de algo que queremos que nos produce llanto o sentimientos
de dolor, tristeza, pena, nostalgia, y otro tipo de aflicciones; como por
ejemplo, la despedida o ausencia de un ser querido o de nuestra tierra, la
pérdida de nuestra niñez o juventud, los cambios sociales o ambientales
juzgados como pérdida de un bien, los anhelos frustrados o amores no
correspondidos o una vida sufrida. La
lírica es la expresión o comunicación subjetiva, íntima y personal de dichas
emociones. La poesía, por su parte, es belleza y sentimiento estético. Cuando
estos tres elementos se juntan estamos frente a una elegía. Si le faltare a la
elegía el elemento poético, entonces ya no es elegía sino lamento lírico
narrativo, si le faltare el elemento lírico entonces ya no es elegía sino
lamento poético y si se le faltare el elemento lírico y el poético entonces tampoco
es elegía sino un simple lamento.
Existe la noción generalizada de que la elegía es un canto
exclusivamente fúnebre lo cual, en rigor no es cierto, pues el lamento
elegíaco, como ya se dijo en el párrafo anterior, incluye temas relativos al
amar, vivir y morir. Toda pérdida que ocurra en algunos de estos actos de la
vida o de la muerte que nos produzcan llanto, pesar, tristeza, es susceptible
de una composición elegíaca, pues se trata de pérdidas que aunque no sean
finales como la muerte producen efectos emocionales con una fuerza igual o
superior a la producida por la muerte de un ser querido, como lo describe
poéticamente el compositor Luis Egurrola en su canción “Al final del sendero”
(click en la carátula para escuchar), en la cual un poeta enamorado termina
suicidándose con un poema en sus manos escrito para una mujer que no
correspondió su amor; una elegía al amor no correspondido o al anhelo amoroso
frustrado, interpretada por la agrupación de Diomedes Díaz y Juancho Rois, en
el álbum titulado “26 de Mayo”, producido en el año 1994 por la Sony Music
Entertainment; o la canción “Cultivo de penas” de Leandro Díaz, una elegía de
introspección interpretada por Alfredo Gutiérrez y su conjunto en el año 1972,
en la que el poeta utilizando un lenguaje metafórico se lamenta líricamente de
su vida sufrida.
El lamento, la lírica y la poesía han estado presentes en la
canción vallenata desde sus orígenes, por una razón muy sencilla: porque son
parte del alma Caribe colombiana. Muchas de las coplas que cantaban los
juglares andando a lomo de mula por los inhóspitos campos y largos caminos de
la Región Cultural Caribe de Colombia de comienzos del siglo XX, eran lamentos
por sucesos de la vida cotidiana. Las canciones más antiguas de las cuales se
tienen registros sonoros lo demuestran, es el caso de la canción “Mi guayabo”
grabada en el año 1944 por Emiliano Zuleta Baquero con el acordeonista
Alejandro Barros, prensado por Odeón, Chile (Oñate, 2003:465).
La lírica, por su parte, la encontramos en la canción de Leandro
Díaz “Mal Terrible” grabada por Discos Fuentes en el año 1955 interpretada por
“Los Vallenatos Modernos” con Luis Enrique Martínez como acordeonista (Oñate,
2003: 468). Esta canción con algunos cambios en su letra original y la misma melodía se volvió a grabar después con
el nombre “A mí no me consuela nadie”. Los primeros destellos poéticos, por su
parte, aparecieron, como ya se planteó antes, con Tobías Enrique Pumarejo en
los años cincuenta.
En los años setenta se da el auge del estilo romántico y con ello la unión de la lírica y la poesía lo que potenció el surgimiento del vallenato elegíaco como una de las manifestaciones de dicho estilo. Esto se acentuó en la década los años ochenta cuando comienzan a notarse nuevos cambios estilísticos en el vallenato como resultado de cambios en el modo de producción. Es sabido que en los ochenta el país reorienta su modelo de desarrollo económico pasando de una economía de crecimiento hacia adentro, basada en el desarrollo de la industria nacional, dominante entre los años treinta y sesenta del siglo pasado; a una economía de crecimiento hacia afuera o nuevo liberalismo económico, denominado comúnmente como neoliberalismo, expresado en la política de apertura de mercado en el marco de una creciente globalización económica, política y cultural.
En los años setenta se da el auge del estilo romántico y con ello la unión de la lírica y la poesía lo que potenció el surgimiento del vallenato elegíaco como una de las manifestaciones de dicho estilo. Esto se acentuó en la década los años ochenta cuando comienzan a notarse nuevos cambios estilísticos en el vallenato como resultado de cambios en el modo de producción. Es sabido que en los ochenta el país reorienta su modelo de desarrollo económico pasando de una economía de crecimiento hacia adentro, basada en el desarrollo de la industria nacional, dominante entre los años treinta y sesenta del siglo pasado; a una economía de crecimiento hacia afuera o nuevo liberalismo económico, denominado comúnmente como neoliberalismo, expresado en la política de apertura de mercado en el marco de una creciente globalización económica, política y cultural.
Con el advenimiento del nuevo modelo económico y el imperio del
mercado como el nuevo Dios que todo lo ordena y resuelve y con las nuevas
lógicas productivas que conlleva; el proceso de elaboración de la música
vallenata cambia, pasando de ser un acto creativo, inspirado en las propias
vivencias de compositores e intérpretes en el marco de su modo de vida; a ser
un acto de producción para el mercado y, con ello, la pérdida del control y
dominio sobre dicha creación por parte de los actores de la música vallenata.
Control que pasa ahora a las empresas productoras de discos, quienes con sus
capitales y bajo sus intereses económicos direccionan las formas y los contenidos
de la música. Situación que ya venía presentándose desde comienzos de los
sesenta con la empresa “Discos Fuentes”, la cual, bajo este nuevo escenario
productivo, se refuerza.
Las nuevas formas económicas, ahora con una población
predominantemente urbana, con alta movilidad geográfica interregional, un
estado de violencia e inseguridad generalizada y con un acceso fácil a la
información y el conocimiento mundial; condujeron a cambios en el patrón de
vida de las comunidades urbanas y rurales. Con las políticas neoliberales, las
relaciones laborales se flexibilizan perdiendo los trabajadores derechos
históricos, se privatizan los servicios públicos, se deterioran las condiciones
ambientales, se hace difícil la movilización urbana, aumentan las cargas tributarias
sobre la clase media, la violencia política en el campo expulsa a comunidades
enteras que llegan a las ciudades en condiciones deplorables. Tales situaciones
agitan la vida tanto urbana como rural, la cual se vuelve más intensa y
frenética.
Bajo tales condiciones surgen nuevos sentires y sensibilidades en
la población. Surge la desesperanza y los temores frente a un futuro incierto,
se establecen nuevas formas de relación de parejas, más abiertas y con menos
compromisos y, por tanto, más inestables con lo que se hacen más frecuentes los
conflictos y separaciones. El alma se
ensombrece y entristece y, con ello, nuevas demandas de consumo cultural y
musical, el cual es captado por los productores de música para orientar la
actividad de compositores e intérpretes.
En este marco cobra fuerza el lamento como expresión musical pero a diferencia del lamento narrativo de
los años cincuenta, se trata ahora de un lamento lírico-poético, es decir,
elegíaco, que a finales de los sesenta y toda la década de los setenta fue
cultivado por la pléyade de compositores románticos mencionados en el acápite
anterior, encabezados por Leandro Díaz, Freddy Molina, Rubén Darío Salcedo,
Gustavo Gutiérrez y Daniel Celedón Orsini, de la mano de las agrupaciones de
Alfredo Gutiérrez, Los Hermanos Zuleta, Jorge Oñate, Beto Zabaleta, Silvio
Brito, Otto Serge, el Binomio de Oro y Daniel Celedón con Ismael Rudas. Dicho
estilo es potenciado en los años ochenta por las agrupaciones de Daniel Celedón
& Ismael Rudas y de Otto Serge & Rafael Ricardo quienes se
constituyeron en los intérpretes más elegíacos de esta década. Daniel Celedón
fue, además, el compositor elegíaco más emblemático de esta misma década. A
mediados de los ochenta a Celedón & Rudas y Serge& Ricardo se le suman
nuevas agrupaciones elegíacas tales como la de “Los Diablitos” y “Los
Pechichones”.
En los noventa, el vallenato elegíaco se vigoriza más con el
surgimiento de las agrupaciones “Los Gigantes”, “Los Inquietos”,
"Sagitario", "Los Parranderos" y el “Binomio de Oro de
América”, entre otros; entre los que se destacaban cantantes tales como Nelson
Velásquez, Jesús Manuel, Luis Miguel Fuentes, Herbert Vargas, Daniel Calderón,
Ely Osorio, Jean Carlos Centeno, Gaby García y Richard Salcedo, entre otros. Se
trata de conjuntos y cantantes que han contribuido al éxito de este estilo con
líneas melódicas tristes o lastimeras y una entonación vocal coherente con el
mensaje de tristeza, dolor, nostalgia o melancolía de las composiciones.
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Binomio de Oro De América
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Como ha ocurrido siempre con todos los nuevos estilos de la música
vallenata, el estilo elegíaco ha sido rechazado por detractores quienes
utilizan expresiones despectivas para manifestar su inconformidad con el mismo,
denominándolo “vallenato llorón”, “balanato”, “ranchenato” o “vallenato
espurio”; epítetos que ponen en evidencia la escasa comprensión de las
lógicas del desarrollo de la cultura
musical y el apasionamiento alienante y obnubilante que reduce la visión
objetiva de las realidades culturales.
1.5 Vallenato “Nueva Ola”
Bajo las mismas condiciones socioeconómicas descritas en el
acápite anterior, en la década del 2000 se producen nuevas emergencias estilísticas en el
vallenato, de la mano de nuevos intérpretes y compositores que se conectan con
una juventud ávida de innovaciones. Casi simultáneamente emergen en el año 2000
Peter Manjarres y Felipe Peláez, dos años después aparece Silvestre Dangond y
la agrupación “Los Pelaos”, seguidos por Luifer Cuello, Kaleth Morales, Grupo
Kvrass, Michel Torres, Los K Morales entre otros. Se trata de intérpretes que
rompen con la imagen de los intérpretes tradicionales que, como lo plantea
Medina (2011), son ahora “de buena apariencia física, universitarios, de clase
media y residentes en las ciudades”. Este mismo investigador revela algunas
innovaciones que estos intérpretes introducen en el estilo musical, uno fue la
incorporación de la jerga de los jóvenes en las canciones con lo que se logró
captar la atención de esta franja de la población, otro fueron cambios en la
línea melódica, pues demandaban una música más rítmica y jacarandosa acorde con
el vértigo y desenfreno corporal de los jóvenes del siglo XXI, dichos cambios,
según Medina, los hizo posible Franco Argüelles en un comienzo quien crea el
denominado “jamaqueo” que cautivó a los jóvenes (Medina, 2011).
El nuevo ritmo es descrito por Abel Medina como “más bailable,
alegre, con recurrentes detenciones luego de las cuales se impone un giro
melódico y rítmico que hace que el bailador “cambie de pase”, pase de una
velocidad a otra” (Medina, 2011). Dicho estilo de interpretación fue adoptado
por “otros acordeoneros (sic) como Manuel Julián Martínez, Juan de la
Espriella, Cristian Camilo Peña, Sergio Luis Rodríguez, Juan Carlos Ricardo,
Gustavo García y Luis Guillermo Zabaleta, entre otros” (Medina 2011).
Otro cambio introducido por la “Nueva Ola” fue la presentación y
actitud del cantante, característica que se distinguió sustancialmente de sus
antecesores, al ser ahora, como lo señala Abel Medina “un cantante joven,
apuesto, frenético, con mucha energía en el escenario y que apela mucho a la
interacción con el público…con ingredientes más mediáticos y contemporáneos
como la presencia escénica, la teatralidad, el look juvenil (camisetas, gorras,
cabello largo, tenis)” (Medina, 2011).
Todos estos elementos sintetizados muy bien por el investigador
Abel Medina evidencian que sin duda la “Nueva Ola” es un nuevo estilo que
oxigena al vallenato, que lo pone a tono con las demandas de los jóvenes del
nuevo siglo. Se observa una vez más las capacidades de los actores de la música
vallenata para adaptarse a las nuevas realidades sociales.
1.6 Vallenato posmoderno
El posmodernismo es un concepto generalmente referido a
movimientos artísticos, culturales, literarios y filosóficos del siglo XX, que
se extienden hasta hoy, los cuales cuestionan y subvierten el orden y los
preceptos que orientaban y definían quehacer de estas actividades en la
modernidad. Una de las consignas más reconocidas en el pensamiento posmoderno
es la del “todo vale” y la del eclecticismo en el trabajo intelectual.
El eclecticismo postmoderno en el ámbito de la cultura se expresa
en una ruptura con todo orden existente, con reglas y armonías. El nuevo orden
es el No orden. Se deconstruye el concepto de poesía y de estética para
construir nuevos conceptos y valores más flexibles, dando cabida a formas
desproporcionadas y desarmónicas que en la estética moderna serían inaceptables
y que hoy adquieren valor artístico.
Carlos Fajardo describe muy bien el terremoto cultural de la
posmodernidad en la poesía, cuando textualmente dice:
“Debemos
anunciar los peligros de la feliz aceptación del slogan “todo es apto”,
instaurado como posibilidad libertaria en la poesía. De allí que nuestra
inquietud está en averiguar hasta qué punto esto favorece la producción de una
poesía de alta calidad, o más bien, sirve para dar licencia a una mediocridad
legitimada por un concepto demasiado ambiguo como confuso. Si “todo vale” en la
poesía -justificado por la quiebra de los grandes proyectos de una estética universalista
y unitaria - ¿vale que aceptemos una poesía que colabora con la basuralización
cultural? ¿Dejamos que las hibridaciones lleguen al extremo hasta aceptar
cualquier proceso multimediático, pirotecnia del lenguaje y pastiche estético
como buena poesía? Cierto es que aquí se hacen manifiestas más las leyes del
mercado y del consumo que las visiones poéticas. Triunfo de los imaginarios
posindustriales del consumo, uso y desecho, globalizados como algo cotidiano.
La poesía entra a ser parte del juego transnacional que ofrece “una gran
variedad de lo mismo”. Sea mediocre, ligeramente aceptada o no, lo importante
es que se consuma y elija entre la multitud de productos del hipermercado
cultural. La relajación de calidad entonces impera, imponiéndose como norma la
masificación para entrar al juego de la oferta y la demanda. De todo esto, la
poesía es, entre todas las artes, la que menos sale beneficiada” (Fajardo,
2001).
En el contexto donde todo es válido, la música vallenata ha
entrado en la dinámica de la experimentación, las adaptaciones, mezclas y
combinaciones, buscando ponerse a tono con los nuevos tiempos y demandas que
plantean hoy los jóvenes y consumidores de música vallenata. Se trata de un
nuevo vallenato, denominado comúnmente como "tecnovallenato" o
"vallenato fusión", que refleja la inserción de la Región Cultural
del Caribe Colombiano en la cultura global y la influencia del pensamiento
posmoderno en el quehacer de los músicos vallenatos. La particularidad del
vallenato posmoderno es la experimentación ecléctica que busca crear nuevas
expresiones musicales que capten la atención del público global. esta
experimentación que incluye mezclas y combinaciones se denominará en adelante
con el término genérico de adaptación, entendido de acuerdo a la tercera
acepción que la Real Academia Española le da a este término como
"modificación de una obra científica, literaria, musical, etc., para que
pueda difundirse entre público distinto de aquel al cual iba destinada o darle
una forma diferente de la original".
Los antecedentes de esta nueva filosofía del vallenato se pueden
encontrar desde los años setenta, especialmente en el ámbito de la música
vallenata instrumental. Alfredo Gutiérrez grabó entre 1969 y 1975 seis álbumes
de violines vallenatos; Alberto Pacheco uno en 1971; Ismael Rudas otro en 1978;
Alfredo Rolando Ortiz hizo lo propio con el arpa en 1981, Jaime Llano González y Rafael Ricardo sendos
álbumes con órgano en 1982. En 1990 la Orquesta filarmónica de Bogotá graba el
álbum “Ensueño vallenato”. En 1997 aparece el álbum Los Violines de Valledupar;
en 1999 se conoce el álbum “Su majestad el acordeón” de Eliseo Zuleta en el que
graba en acordeón y piano canciones vallenatas tradicionales; en el 2002 Camilo
Torres graba vallenato en arpa; en el 2007, aparece el álbum “Bendito
vallenato” organizado por Sony BMG en el que participan Diomedes Díaz, Felipe
Peláez, Iván Villazón, Jean Carlos Centeno, Jorge Celedón, Nelson Velásquez,
Osnaider Brito, Otto Serge y Santander Durán quienes cantan canciones
vallenatas acompañados de piano.
Otras adaptaciones han sido las realizadas entre paseo y porro,
especialmente por Peter Manjarres, de quien se destacan dos canciones
emblemáticas de este encuentro: El amor de mi sabana del año 2005 y La
sincelejana del año 2011.
Las adaptaciones más osadas comienzan, quizás, a mediados de los
años noventa, con la aparición del álbum “La tierra del olvido” de Carlos Vives
en el año 1995. Ese mismo año la Sony Music Entertainment publicó el álbum
“Diomedes Dance Mix”, en el que Diomedes Díaz cantan canciones vallenatas
emblemáticas como “Matilde Lina”, “Lucero espiritual” y “Joselina Daza” en un
estilo Dance bastante alejado del estilo vallenato clásico. Otras adaptaciones
más recientes se enuncian a continuación:
Vallenato Pop
Además de la producción de
Carlos Vives iniciada desde el año 1995, pueden considerarse como vallenato pop
las producciones de Gusi y Beto en el álbum “La mandarina” en el año 2007; de
Juan Carlos Mantilla con su álbum
“Amalgama de sueños” en el año 2008; Gusi con su álbum “Al son de mi corazón”
en el año 2014.
Vallenato-latin jazz, vallenato-bolero, vallenato-flamenco
Junto a Carlos Vives, Chabuco Martínez es el intérprete que más se
destaca en el campo de la adaptación de canciones vallenatas. Inició este
trabajo en el año 2009 con el Álbum “Nació mi poesía” en el que combina
distintos estilos, especialmente el bolero y el tropipop para interpretar
canciones vallenatas clásicas como “Nació mi poesía” del compositor Fernando
Dangond y “Parrandas inolvidables” del poeta Gustavo Gutiérrez. En el año 2011
produce el álbum “Clásicos del café de la bolsa” en el que se da el encuentro
entre vallenato con el Latin Jazz y con
el bolero. En dicho trabajo interpreta clásicos vallenatos como “Nido de amor”
“Corazón martirizado”, “Así fue mi querer”, “Me deja el avión”, “El amor amor”,
entre otras. En el año 2013 produce el álbum “De ida y vuelta” en el que interpreta canciones vallenatas en estilo
flamenco. Dicho álbum incluye canciones vallenatas emblemáticas como “Alma
viajera”, “Cállate corazón”, “Martha”, entre algunas. Dentro de los proyectos
de este intérprete posmoderno está el de realizar encuentros entre el vallenato
con músicas africanas y de China.
Como se observa, con la posmodernidad se desarrolla otro concepto
de vallenato, el vallenato global, cuya meta es posicionar dicha música a nivel
internacional. Se trata de un vallenato diferente, realizado por fuera de los
cánones tradicionales de dicha música, el cual ha tenido gran aceptación en el
ámbito internacional y nacional. En este sentido, es invaluable el aporte de
Carlos Vives en la internacionalización del vallenato. Lo que se conoce de
vallenato en Europa y en casi todos los países del mundo es lo que ha difundido
Carlos Vives, quien junto con Juanes y Shakira son los emblemas de la música
popular colombiana en el mundo.
2. COMPRENSIÓN GEOGRÁFICA CULTURAL DIALÉCTICA DE LOS ESTILOS
VALLENATOS
La diversidad de estilos de la música vallenata descritos en el
capítulo anterior es reflejo de la lógica dialéctica del desarrollo de la
sociedad en el tiempo y en el espacio, una de cuyas leyes es el movimiento y la
transformación. Todo cambia con el tiempo, tanto la naturaleza viva como la
inerte. Esta dialéctica del cambio fue sintetizada por el filósofo griego
Heráclito de Efeso hace 2.500 años en la frase “En los mismos ríos entramos y
no entramos, (pues) somos y no somos (los mismos)”, la cual se transformó con el tiempo en “Ningún hombre
puede bañarse dos veces en el mismo río”. Nuestras células viven en continua
regeneración. Nuestro planeta está cambiando cada segundo su posición en el
universo, el ser humano como todo ser vivo está en constante cambio físico y
espiritual; la cultura, en cuanto obra
humana, cambia, y, en consecuencia, la música, en cuanto obra cultural, se
desarrolla, es de decir, se transforma con el tiempo. Este carácter cambiante
de la música vallenata no es ajeno a personajes del mundo vallenato como el
poeta Rosendo Romero Ospino, quien en su trabajo titulado “El vallenato es
mutante” argumenta que si hay alguna verdad absoluta en materia de la música
vallenata es el cambio, en uno de los acápites Romero dice textualmente:
“La
música no es estática, es un movimiento continuo no hay nada más combinable que
la música, ni siquiera el aire y el agua, la música es inherente a la vida como
lo es el calor al fuego; diferentes escenarios, diferentes épocas, determinan
diferentes manifestaciones. Es dialéctica” (Romero, 2014).
Tratar de constreñir el cambio dialéctico de los hechos culturales
y la diversidad de formas como se manifiestan dichos cambios en el tiempo y en
el espacio es un contrasentido. La variedad rítmica del vallenato, por ejemplo,
no se puede decretar. Decir qué ritmos son vallenatos y cuáles no los son es
desconocer la lógica de la diversidad espacio-temporal del desarrollo de la
cultura musical Caribe.
Así como ocurren los cambios culturales en el tiempo, también
ocurren en el espacio como reflejo de las particularidades subregionales de las
historias regionales. Es sabido que los procesos de construcción de espacios
culturales y de territorialidades no se
dan de modo homogéneo en una región, menos en una como la Región Cultural
Caribe de Colombia, dada su extensión y diversidad físico-biótica y
socioeconómica, y dadas las particularidades de los procesos de apropiación
social del espacio que se expresan en diversas formas culturales subregionales.
Tal situación explica la existencia de diversas formas de apropiación socio
espacial de la música vallenata y, en consecuencia, la diferenciación
subregional (diversidad espacial) que se da en los distintos estilos que surgen
en el tiempo (diversidad temporal). Por eso, la diversidad rítmica del
vallenato de los años sesenta que se dio con más fuerza en unas subregiones
culturales que en otras, no corresponde a un proceso de desarrollo distinto al
del vallenato de toda región, es la misma expresión cultural musical
diferenciada espacialmente. En consecuencia, son tan vallenatos los ritmos
paseaito, guaracha, cumbia, pasebol, pasaje, porro, cumbión, pompo, charanga,
fandango y chandé, entre otros, como lo son el paseo, el merengue, el son, la
puya, el paturky y la romanza,. Todos son
resultado de una misma cultura musical que no sabe de fronteras político-
territoriales, ni de estructuras de poder e intereses regionales.
Como ya se ha dicho, los cambios estilísticos ocurridos en la
evolución de la música vallenata, tal como ocurre con los cambios en el
desarrollo económico o cultural de las sociedades o grupos humanos, no son
absolutos en el tiempo ni en el espacio, razón por la cual no es correcto, a
nuestro juicio, hablar de rupturas en los estilos vallenatos, lo que hay son
simultaneidades o coexistencias de lo viejo reinventado, con lo nuevo en
período de tiempo determinado. En efecto, el advenimiento del nuevo estilo de
vallenato romántico en los años setenta no conllevó la desaparición del
vallenato narrativo anterior. El vallenato narrativo también ha evolucionado,
adquiriendo nuevas formas dentro de su misma esencia y sigue existiendo con
distinta fuerza en toda la región cultural Caribe colombiana, con un mejor
lenguaje, nuevos relatos y nuevos ritmos, acordes con las nuevas realidades de
la vida urbana y rural de la región. Igual ha ocurrido con los estilos de
vallenato elegíaco y de “Nueva ola”; existiendo hoy un escenario en el que
coexisten todos estos estilos en incesante cambio, es decir en movimiento y
desarrollo.
A cada estilo le corresponde un grupo de población que se siente
identificada con el mismo y cada grupo de población tiene la libertad para
escuchar y disfrutar de su estilo preferido gracias a las posibilidades
tecnológicas que brinda el mundo actual. El rechazo de algunos grupos sociales a ciertos estilos vallenatos puede ser, como
ya se dijo, una evidencia del desconocimiento de las lógicas del desarrollo
cultural que indican la inevitabilidad de los cambios culturales dada la
subordinación de los procesos culturales a los procesos económicos y, por el
otro, el desconocimiento de la multi-espacio-temporalidad que las tecnologías
hacen posible, las cuales permiten al seguidor de la música vallenata escuchar
el estilo que desee, cuándo y dónde lo desee, utilizando bien en su teléfono
móvil, su IPod, tableta, portátil, equipo de sonido, internet, etc.
El estilo elegíaco que muchos rechazan como “espurio” o “llorón”,
es tan vallenato como los demás y refleja sentimientos humanos que todos
llevamos adentro, por eso tienen tanta acogida popular. Son cientos de miles
las personas que se sienten identificadas con este estilo vallenato, hasta el
punto de que la versión más antigua subida al portal YouTube de la canción “El
osito dormilón”, del Binomio de Oro de América, fustigada por detractores de este
estilo vallenato, tenía el 26 de febrero de 2016, 8’580.582 vistas en cinco
años, en tanto que la versión más
antigua puesta en YouTube de la canción “Relicario de besos” canción
emblemática del vallenato romántico de los años setenta tenía en ese mismo día
y hora 2´240.166 vistas en ocho años y la canción oficial de “El glu glu”, del
estilo “Nueva Ola”, fuertemente criticada por insustancial, en un solo año
tiene ya 16´700.000 vistas, sin contar casi 12 millones más entre otras tres
puestas en dicho portal. Del mismo modo, es impresionante el frenesí que
producen las canciones de Nelson Velásquez en Monterrey (México) donde este
cantante tiene dos grupos de fan que hacen seguimiento permanente de todos sus
movimientos artísticos.
El vallenato elegíaco ha sido fruto de la misma cultura musical
Caribe colombiana, de una cultura cada vez más inserta en la cultura global,
que dejó de ser la vieja cultura encerrada por el atraso socioeconómico y de
infraestructura de antaño. Si para alguien el único vallenato aceptable es el
narrativo, hoy tiene todas las posibilidades de vivir en ese tiempo musical y
escuchar dicha música en una lista seleccionada en su móvil. Igual ocurre con
quienes adoran el vallenato romántico y no desean escuchar otro estilo. Las preferencias
personales o visiones regionalistas no son suficiente para determinar qué es o
qué no es vallenato, pues al desarrollo de este tipo de cultura, parafraseando
al poeta Efrén Calderón en su composición “No más cadenas”, no se le puede
poner cadenas, ni limitar su libertad para tomar todos los caminos posibles en
el marco del contexto socioeconómico y cultural en el que se inserta, como
ocurre con el viento y el mar los cuales “son libres y siempre los serán”.
Todo lo anterior se enmarca en una visión geográfico cultural
dialéctica que ve el desarrollo de música por saltos cualitativos en espiral
acumulativa, con cambios de forma en un contexto socioeconómico y cultural
determinado.
CONCLUSIÓN
En el marco de los tres postulados que guiaron la presente
reflexión, planteados en la introducción, se intenta en este acápite destacar
los puntos centrales subrayados en el texto:
1. Que la música vallenata es una construcción colectiva
multitemporal y multiespacial de actores del Caribe colombiano en la que se
integran valores autóctonos aportados por nuestras comunidades indígenas, con valores de las
culturas africana, española de otras sociedades, las cuales en su evolución
fueron construyendo la actual estructura e identidad de la música vallenata,
con matices subregionales que denotan la diversidad geohistórica de dicha
expresión cultural, expresada en una riqueza rítmica y estilística cambiante en
el tiempo.
2. Que las únicas fuerzas capaces de direccionar el desarrollo
cultural y musical de un pueblo son las fuerzas económicas como lo demuestra el
hecho de que después de casi 50 años de castración rítmica de la música
vallenata en los festivales de Valledupar, dicha música haya seguido
desarrollándose, creando nuevos estilos y ritmos siguiendo los rumbos que la
economía y su reflejo en la cultura y las sensibilidades y gustos de la
población van marcando.
3. Que el surgimiento de nuevos estilos vallenatos no son
rupturas, ni la negación de la esencia del vallenato, sino innovaciones
necesarias que le han permitido mantener su conexión con los usuarios o
consumidores y, con ello, la vigencia y existencia de esta expresión cultural.
4. Que la diversidad de estilos y ritmos vallenatos no constituye
un problema sino una gran riqueza y una gran potencialidad que, incluso, le
permite enfrentar con éxito el poder dominante y homogenizante de la
posmodernidad y de la globalización cultural; y seguir existiendo, pues ya ha
quedado demostrada la inteligencia, intuición y resiliencia de la cultura
musical vallenata para adaptarse a los cambios del contexto económico, social y
cultural.
5. Que la defensa de la música vallenata como patrimonio de la
cultura Caribe de Colombia y, ahora, también de la humanidad, debe enfatizar en
la instrumentación fundante de la música
vallenata tradicional (caja, guacharaca
y acordeón o guitarra) y el mensaje de la canción como expresión de emociones y
sentimientos relativos al amar, vivir y el morir. De lo que se trata es que sea
una canción con contenido que exprese el espíritu del ser Caribe colombiano y
le dé una identidad particular, es decir, un vallenato con rostro y con valor
artístico en el contexto de la cultura universal. Es esta la verdadera esencia,
muy lejos de creer que dicha esencia la constituyen los cuatro aires
establecidos por algunos académicos, creencia que ha sido reforzada por las
reglas del Festival Vallenato.
6. Que frente a los embates destructivos de las fuerzas culturales
globales se debe responder con estrategias de resistencia regional y local
sólidas, resultantes del conocimiento profundo de las lógicas espaciales
(regionales y locales) de dichas fuerzas, así como del conocimiento de los
postulados filosóficos de la posmodernidad; en la búsqueda de oportunidades no
solo para subsistir sino para que la música vallenata se siga desarrollando en
estos nuevos escenarios. Tal situación demanda una actitud de encuentro y
conciliación en las disputas subregionales y acuerdos que permitan la unión de
los actores de la región para enfrentar juntos los desafíos actuales de nuestra
cultura musical.
REFERENCIAS CITADAS
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Sierra Amaya, Edgar (2014), Gabo habló de la música vallenata.-
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julio 8.
Felicitaciones mi Angelito, este es el resultado de un trabajo que has soñado por muchísimo tiempo. Que gran satisfacción que ya podamos leer y conocer más sobre nuestra música vallenata.
ResponderBorrarUn artículo riguroso e interesante.
ResponderBorrarInteresante conocer que después de tanto tiempo recopilando información al fin haya podido conseguir construir un sueño plasmado desde sus inicio espero que este escrito pueda traspasar barrerse y conservar esa escensia por el que fue creado felicidades Sr. Ángel Dios le siga dando sabiduría
ResponderBorrarMuchas gracias Rafa, tu eres testigo de todo el tiempo que he tenido que esperar, por mis ocupaciones académicas, para poder ocuparme de estos temas que me apasionan.
BorrarÁNGEL
ResponderBorrarFelitaciones
Buen logro personal y por qué no para los amantes del VALLENATO en el mundo.
Por su rigurosidad teórica e investigativa, desde su publicación, será referente obligado para quienes pretendamos conocer más sobre este género.
También representa un orgullo y logro de nuestra querida Promoción 1975 de la Normal.
Un abrazo.
Muchas gracias Rafa por tu mensaje. Un abrazo.
BorrarEste blog ha sido eliminado por un administrador de blog.
ResponderBorrarAngel a mi parece excelente tu trabajo que recopila de manera juiciosa toda una producciòn musical. sin embargo me sigue pareciendo problemàtico el mismo concepto de mùsica vallenata, y me hago preguntas como: Què es lo que define el vallenato como tal?: los instrumentos, el ritmo , la melodìa, las letras?. Tu mismo utilizas conceptos como Vallenato-latin jazz, vallenato-bolero, vallenato-flamenco, Vallenato Pop que para muchas personas no dejan de ser polèmicos. En que queda la discusiòn sobre el vallenato sabanero o es que se debe hablar mejor de mùsica de acordeòn, pero que pasa entonces con el vallenato con guitarra?. Me gustarìa, que tu que conoces tanto de estos temas, nos regales unos conceptos. O si tu has preferido evadir esa discusiòn que no esta dentro de los propòsitos principales del trabajo, igual lo entiendo. felicitaciones hermano.
ResponderBorrarApreciado Amaury: las preguntas que te haces corresponden a viejas discusiones que se están dando en la región. En este artículo se parte de presupuestos tales como: a) no existe un vallenato-vallenato, un vallenato sabanero y un vallenato bajero; existe simplemente un vallenato Caribe con matices subregionales cuyo soporte conceptual es bastante amplio en el artículo. Tal planteamiento intenta superar la clasificación mencionada que ha sido interpretada como una postura ideológica regionalista, con base en la cual se ha instaurado un cierto poder hegemónico en una de las subregiones que ha llevado a la apropiación de una música que ha sido resultado de la cultura Caribe en su totalidad; b) En la actualidad seguir rechazando el nombre vallenato para esta expresión musical de nuestra cultura es, a mi juicio, un contrasentido, dado que es ese el nombre con el que se reconoce a nivel regional, nacional y mundial esta música. Lo que hay que plantear es lo que se intenta en este artículo decirle al mundo que el vallenato no es la música de Valledupar, sino del Caribe colombiano e involucra todos las distintas expresiones subregionales que son normales en toda región cultural, geográficamente diversa como la Caribe. Respecto a las expresiones vallenato pop, etc. no son conceptos míos sino las denominaciones que se le ha dado a las fusiones o hibridaciones que se examinan en el artículo. Si son o no son vallenato, es una discusión que no se aborda en este trabajo, dado que no está entre sus objetivos. Creo que el abordaje de esa discusión exige una sólida fundamentación conceptual y argumentos que trascienden las pasiones u opiniones personales generalmente poco rigurosas o emotivas.
BorrarDr. Ángel, estupendo artículo que denota una visión geográfico-cultural que ha mi modo de ver sigue siendo la resistencia de una expresión cultural por demás "muy bonita" del caribe colombiano frente a los avatares de las reglas del mercado; mis más sinceras felicitaciones por colocar este artículo para los que no somos doctos en el tema, pero que con este ritmo disfrutamos de las cosas buenas de la vida. Gracias.
ResponderBorrarMuchas gracias Franz.
BorrarAmigo Angel, estoy fascinado leyendote para contextualizar con el Sinú Ganadero, actividad que a mi juicio es trasnversal a nuestra bioeconomia Cordobesa. Quisiera basado en nuestra amistad de infantes, solicitandote informaión acerca de una canción que Alejandro Duran compuso a la persona de mi Padre Alberto Anaya Brango, Ddicha piesa musical la llamó "Alberto Anaya", de ella solo tengo un audio, tengo entendido que hace parte de un LP de Alejo. Ojalá, me puedas ayudar, querido amigo.
ResponderBorrar